A principios de junio de este año, un hombre se presentó de forma insistente bajo el nombre de Leopoldo. El sujeto pudo haber pasado desapercibido de los sendos mensajes de la bandeja de entrada, a no ser porque atajó su presentación con sus dos apellidos: se trataba de uno de los narcojuniors más jóvenes del Cártel de Sinaloa. “Saludos, querido José Luis”, fue el primer texto que envió, acompañado de un video en el que se identificaba como miembro activo de la empresa de la familia Guzmán. “Del otro lado de la pantalla estaba ya sabes quién”, atajó el hombre.
Leopoldo no es un hombre ajeno a la estructura criminal del Cártel de Sinaloa. Basta con ver el estilo de vida que lleva, tan solo visitando su cuenta privada de Instagram, donde lo mismo comparte fotos portando relojes de lujo, hasta su asistencia a conciertos privados con Peso Pluma, a quien según él “vi en varias fiestas, pero no entablamos más de una conversación”. En otras de las imágenes difundidas en su plataforma, es posible apreciarlo degustando platillos en París, Francia; e, incluso, en Italia: “Díganle a los italianos que la mejor pizza salió de La Tuna”, rezaba un mensaje.
El único objetivo de la charla, según contó, era revelar cada uno de los hechos ocurridos el 25 de julio de 2024 en el rancho Huertos del Pedregal, donde fue secuestrado el Mayo, un caso que ha sido esclarecido a cuentagotas por el capo a través de algunas misivas presentadas públicamente por su despacho jurídico en Estados Unidos; pero hasta ahora, no existía una versión detallada del asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda ni del paradero del equipo de seguridad de Zambada García.
La reunión entre Melesio Cuén y Rubén Rocha Moya estuvo pactada para el 25 de julio de aquel año. De acuerdo con Leopoldo, ambos políticos “ya tenían roces desde antes”. La cita no fue a las 11 horas, según el rumor propagado, por eso casi todos llegaron mucho antes. La incertidumbre madrugó aquel día. Al cónclave político-criminal arribó el exrector de la UAS con su chofer; el Mayo con dos de sus secretarios; “pero Rocha nunca llegó y eso estaba en el plan”, dijo Leopoldo.
Y agregó: “Alrededor de las 08:30 horas, todos estaban adentro de la finca, a esa hora fue la cita. La orden de entregar al Mayo no vino ni de Iván ni de Alfredo. Todo fue un plan de Joaquín, él me lo comentó a mí. La única manera de que obtuvieran garantías por parte de Estados Unidos era entregándose y entregándole a alguien grande, pero obviamente no iba a entregar a sus hermanos”. Cuando se le cuestionó la ausencia de Rocha Moya a la reunión, el joven capo respondió: “Porque Rocha sabía lo que iba a pasar. Yo se lo comenté, fue un plan que se estudió durante, por lo menos, tres meses”.
Leopoldo detalló que sostuvo una reunión con Rocha Moya, cara a cara, días antes del 25 de julio en Badiraguato, ya que era un lugar en el que “nadie iba a sospechar”. En aquella ocasión, “solo estábamos Rocha, su secretario y yo. Nadie más. Nada de armas, nada de vehículos llamativos, todo fue tranquilo en la zona de Otatillos, que sabíamos que estaba protegida”. La reunión entre Leopoldo y el gobernador de Sinaloa pudo haber ocurrido el 17 de julio de 2024, cuando Rocha Moya acudió precisamente a esa zona a supervisar obras viales como la pavimentación de la carretera Badiraguato-Otatillos. En aquella visita, el mandatario aprovechó para dar un recorrido por otras localidades como La Ciénega de los Lara, en compañía del presidente municipal de Badiraguato, José Paz López Elenes; y el secretario de Obras Públicas, Joaquín Landeros Güicho.
Según recordó Leopoldo, Rocha no estuvo de acuerdo con el plan de entregar al Mayo Zambada a Estados Unidos. “Es algo arriesgado —habría dicho en aquella junta—. Ya era algo que estaba decidido. No había alguien que lo hiciera entrar en razón. A Joaquín le dolió mucho lo de Édgar [refiriéndose a su asesinato] y todos sabemos quién lo mató”, dijo. De acuerdo con el miembro de La Chapiza, Zambada García habría sido el que orquestó, material o intelectualmente, aquel homicidio en mayo de 2008.
Un día antes, el 16 de julio, en varias frecuencias de radio compartidas por Leopoldo para esta investigación fue posible escuchar la comunicación de un hombre, su jefe de seguridad identificado como Bravo 1, quien le informó acerca del operativo que se aveci- naba el 25 de julio de ese mismo año: “Patrón, soy Bravo 1, solo para informarle que Joaquín ya dio luz verde para la operación del 25 de julio, ahí lo mantengo informado y al tanto”.
En otro audio más, es posible escuchar el pase de lista, de quienes estarían reunidos en el rancho Huertos del Pedregal: “Señor, buenas tardes, le hablo para pasarle la lista de la gente que va a estar en el huerto, el 25; va a ser Mario, don Melesio Cuén, dos secretarios que va a llevar Don Mayo, Joaquín y usted. A Rocha ya se le avisó que lo que va a decir es que va a hacer un asunto fuera de Sinaloa cuando ya todos estén ahí; y ya por último usted, porque va a llegar con las camionetas donde lo vamos a subir. Ahí nomás para que ya se haga lo que va a proceder”.
Y, en el último audio se puede escuchar lo siguiente: “Señor, aquí Bravo 1, ¿cómo está? Acá todos estamos bien, gracias a Dios. Para informarle que ya tenemos todo listo y a las 08:30 se citó a cada uno de los invitados. Delta 1, por su parte, se va a encargar pues de las entradas y las salidas. Joaquín quedó de que va a llevar a la gente y lo vamos a hacer pasar como un círculo de seguridad. Ahí está todo cuadrado y, cualquier información, ahí se la comunicó, patrón”.
Después contó que, tal como se dio a conocer en los medios de comunicación, Jorge Humberto Figueroa Benítez la Perris fue el encargado de ejecutar el secuestro en dos camionetas Ford Raptor. El plan inicial, según dijo, era sacar con vida a Melesio Cuén del predio, “pero ningún plan es perfecto”, atajó. “Queríamos que muriera en la gasolinera del video que filtró la Fiscalía estatal; pero el doctor no cooperó y se le dio la renuncia [muerte] en la finca”.
Una de las preguntas obligadas durante la entrevista fue: “¿Quién mató a Melesio Cuén y por qué?”. El capo, como si se tratara de un evento cotidiano, relató los hechos con lujo de detalle: “Lo mató uno de los sicarios de Joaquín cuando todos estaban adentro. A eso de las 9 horas, llegó la Perris con cuatro hombres, todos sabíamos que dentro de la reunión no había armas. Los secretarios del Mayo intentaron reaccionar para salvar a su patrón y los desarmaron”. Y agregó: “Cuando todos estaban de rodillas, recuerdo muy bien las palabras de Joaquín a Zambada: ‘Edgar murió por una supuesta equivocación, pero esto no fue equivocación’, refiriéndose a su eventual entrega”.
A los secretarios del Mayo los arrojaron a fosas comunes”, dijo. En cuestión de minutos, la Perris no solo amarró a Zambada García, lo metió a la cajuela y lo llevaron a toda prisa a la pista clandestina en el campo Berlín, en Navolato, donde el Jando ya los estaba esperando. Hasta ese momento, Melesio Cuén no había sido ultimado según recuerda López Guzmán: “con Héctor íbamos a salir después, lo íbamos a mantener en secreto hasta que se diera la noticia del Mayo para que todos estuvieran distraídos; por eso el plan, era matarlo en la gasolinera.
El asesinato de Cuén no se hubiera efectuado, según el capo, si Melesio no se hubiera intentado comunicar con su familia. “Joaquín siempre ha sido de buen corazón y él quería dejar libre al doctor, pero él era un testigo potencial. Si lo dejábamos libre, iba a ser una piedra en el zapato”, comentó. Y matizó: “Le dimos la orden a la Perris y así pasó”, dando a entender que fue él quien ejecutó al exrector de la UAS.
La ausencia de Rocha Moya sería anunciada unos minutos antes, cuando todos los asistentes ya estaban en Huertos del Pedregal, de acuerdo con Leopoldo. “El gobernador marcó cuando todos estábamos ahí y dijo que no iba a poder asistir, que tenía un compromiso fuera de la ciudad”. Otro de los que no asistieron a la cumbre fue Iván Archivaldo, quien solo se mantuvo en comunicación a la distancia a través de radio, dijo la fuente. En el caso de Leopoldo, sí estuvo en los últimos minutos, “pero no presencié ni el asesinato de Cuén ni el secuestro del Mayo”. Cabe mencionar que Melesio Cuén, según el testimonio, era el enlace directo entre Iván Archivaldo Guzmán y el gobernador Rocha Moya. En el argot criminal, se le conoce como secretario o vínculo, según dijo en la charla.
Lo cierto es que, desde semanas antes, Joaquín Guzmán López ya había pactado con el Gobierno de Estados Unidos su entrega voluntaria; sin embargo, las fuerzas del orden del otro lado de la frontera nunca estuvieron enteradas que Zambada García iba incluido en el “combo”. “Nadie sabía de la entrega, pues sabemos del alcance que tenía el viejo [el Mayo] en diferentes corporaciones, tanto en México como en Estados Unidos”, relató.
En el avión que viajaron Joaquín y el Mayo solo iba a bordo un piloto que fue proporcionado por el FBI. “El nombre del sujeto solo lo saben los gringos y Joaquín”, expresó. “Después de que llegaron al campo Berlín desconozco qué pasó desde ahí, perdí comu- nicación con Joaquín y después hablamos, pero ya no le pregunté más sobre ese tema. Cuando el plan salió como se había previsto, Leopoldo y la Perris se trasladaron a Recoveco, en Mocorito, donde permanecieron juntos durante varias semanas; él era el encargado de cuidarlo cuando estaba en Culiacán o en las rancherías aledañas”, dijo el entrevistado.
Contrario a lo que han difundido algunas investigaciones, la Perris nunca fue jefe de seguridad de Iván Archivaldo. Después de la caída de Néstor Isidro Pérez Salas el Nini, tanto a él como al Piyi se les calentaron las plazas de Culiacán y Navolato, “y estaban con la soga al cuello”.
Lo alarmante del asesinato de Melesio Cuén fue que, hasta una semana antes de la entrega del Mayo, Rocha Moya tuvo pleno conocimiento del operativo a manos de Los Chapitos. Coincidentemente, fue el 17 de julio, el mismo día de la reunión con Leopoldo, que el mandatario estatal confirmó a la prensa la visita del expresidente López Obrador, el 28 de septiembre de ese mismo año. Según una fuente consultada, el gobernador sinaloense “se percibía nervioso”, sus palabras eran más atropelladas que de costumbre; “tartamudeaba mucho”, dijo.
Si el mandatario intentó advertir al expresidente mexicano de la crisis que se avecinaba en el estado, es muy probable que haya decidido minimizarla. Ya lo había hecho en alguna ocasión, asegurando que él tomó la decisión de liberar a Ovidio Guzmán López durante el primer Culiacanazo, con tal de evitar un baño de sangre en el país. Gracias a esa deferencia desde la más alta esfera política, Los Chapitos se empoderaron más y, cínicamente, el Ratón se asentó una larga temporada en la Ciudad de México, donde pudo degustar pasteles en el restaurante The Cheesecake Factory, en el centro comercial Parque Delta; e, incluso, asistir a los centros nocturnos Grand Piano Lounge, en Santa Fe, y el Bar República, en Polanco. La entrega del Mayo no era cosa menor pero optaron por no actuar, ya sea por omisión gubernamental o por complicidad compartida.
Con el problema en ciernes, AMLO viajó por decimoquinta vez a Sinaloa con el pretexto de inaugurar la zona de riego de la presa Santa María en la comunidad de El Rosario, y no solo aprovechó para darle un “espaldarazo” a Rocha Moya e impulsar aún más la imagen de Claudia Sheinbaum como presidenta electa; también hizo un llamado enérgico a las autoridades norteamericanas, curiosamente, desde la región controlada por el propio Cártel de Sinaloa. El discurso se interpretó más como una reprimenda a la administración de su homólogo estadounidense, Joe Biden:
Durante todo el gobierno no tuvimos ningún problema [con el crimen organizado], fue en estos últimos días, en estos últimos meses por una decisión que tomaron [en Estados Unidos] que no fue correcta, y que se fraguó en el extranjero [refiriéndose a la entrega del Mayo, a manos de Joaquín Guzmán López]. Por eso no aceptamos, nosotros, el injerencismo. No somos una colonia, somos un país libre y soberano.
El mensaje retumbó fuerte y claro. Había tensión en el aire. Hasta ese momento, la guerra entre La Chapiza y La Mayiza no era una opción viable para ambos bandos, pues el expresidente mexicano contribuyó a la incertidumbre. El silencio oficial reinó en ambos lados de la frontera, quizás a propósito. A nadie le caía el veinte de lo que había pasado. Iniciar un conflicto armado solo dejaría en evidencia la complicidad y favoritismo de los gobiernos, tanto estatal como federal, a una sola organización. Y así fue.
Aunque López Obrador y la FGR exigieron en múltiples ocasiones a Estados Unidos que se hicieran públicos los detalles del acuerdo de colaboración con el hijo del Chapo Guzmán y sus agencias de seguridad, todo fue en vano. El secuestro de Zambada García fue bien sabido en la esfera político-criminal hasta tres meses antes de su ejecución, y el entonces presidente, fiel a su estilo, decidió darle “carpetazo”. Fue hasta febrero de 2025 que la dependencia a cargo de Gertz Manero informó que ya habían solicitado en cuatro ocasiones la repatriación del Mayo, con el argumento que lo expulsaron del país en contra de su voluntad para entregarlo a Estados Unidos, siendo que el capo tiene tres órdenes de aprehensión vigentes en México. Tampoco funcionó. Una vez que el otrora líder del Cártel de Sinaloa tocó territorio norteamericano, la batalla para el Gobierno Federal estaba más que perdida.
El Mayo, incendiario, reviró en una de sus cartas: “Debe intervenir [México] a fin de que el presente asunto no resulte en un colapso en la relación bilateral entre ambos países”. La amenaza velada en contra de su propio gobierno puso a temblar a más de una decena de políticos, que interpretaron la misiva como un ultimátum del capo.
Con informacion de Proceso
