La explosión de una pipa de gas en la alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México, dejó un rastro de destrucción y heroísmo.
En medio del caos, la historia de un hombre calcinado, que pidió a un policía que entregara sus pertenencias a su familia, se ha convertido en un conmovedor testimonio de valentía y el deseo de no caer en el olvido.
La tragedia ocurrió el miércoles por la tarde cerca del Puente de la Concordia, cuando una pipa de 50 mil litros volcó y explotó.
Alberto Paredes Juárez, un suboficial del sector Teotongo, fue uno de los primeros en llegar a la escena, Paredes relató que una densa nube de humo y gas envolvió la zona, y su patrulla se apagó por completo tras el impacto de la explosión.
Al descender del vehículo, el calor era extremo y encontró a varias personas en llamas, con un extintor en mano, se lanzó a la tarea de apagar las flamas de los heridos y los ayudó a cruzar el muro de contención para ponerlos a salvo.
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Fue entonces que escuchó gritos provenientes de la cabina de un tractocamión, dentro, encontró a un hombre gravemente herido, con la piel calcinada y los labios expuestos.
La víctima, consciente de que no sobreviviría, le hizo un pedido desesperado:
“Oficial, llévate mi celular y mi cartera. Por si no llego a sobrevivir, no quiero morir como desconocido. Dale aviso a mi familia, por favor”.
Paredes, con la ayuda de un civil, logró sacar al hombre del vehículo, horas después, contactó a los familiares y les entregó las pertenencias, pero lamentablemente fue informado de que la víctima había fallecido debido a sus heridas.
El suboficial aseguró haber transmitido a la familia el último mensaje de su ser querido: a pesar de sus heridas, el hombre nunca mostró miedo y demostró una gran entereza, confiando en que la policía honraría su deseo.
Con su acto, no solo salvó a los heridos, sino que también aseguró que la historia de este valiente hombre no quedara en el anonimato.
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